Escritura creativa a por la Santa Reescritura

Hoy según el santoral, -¿y eso que es?- es Santa Matilde, en el original, -jijiji- una reina germana muy dadivosa. Uno de esos modelos identitarios de raigambre cristiana.

Yo, que tengo una amiga mayor, con el mismo nombre, afectada por la época donde los calendarios imprimían estos modelos, de los que su frescura vital reniega hoy, me inquiría:

¿Y si hubiese otras cualidades, rasgos o experiencias relevantes para ensalzar el significado de un nombre?

Pasamos a divertirnos imaginando:

Santa Matilde, conocida como «Tilda» fue una diva de opera conocida por el efecto sorprendente de sus sentidas arias.

Confesiones amorosas, desmayos placenteros y donaciones espontaneas de bienes fueron efectos repetidos en el público que asistía a sus representaciones.

Santa Matilde, apodada «Canela fina» fue una cocinera peruana amante de Cervantes, durante su estadía en Barcelona.

Su afición al saber hizo que recogiera en su hostal al manco de Lepanto y le alimentara a cambio de las variadas lecturas con las que el escritor amenizaba las cenas y las noches con la cocinera.

Tras la partida del escritor se convirtió en lectora de nobles, cortesanas y religiosas  que intercedieron para su santificación.

Santa Matilde, «La sonriente» desembarcó en Barcelona en el 996, y como capitana de la flota de Almazor, – canciller del Califato de Córdoba – invadió Barcelona  y ocupó  de los barrios cercanos a la ciudad.

Se estableció en San Andrés  del Palomar, donde fundó mezquitas y hospitales. También reformó el reparto de tierras beneficiando a los pobres.

En el año 1034 acordó con la Reina María Cristina entregar el territorio a cambio de un salvoconducto que la llevaría a Estambul, donde al amparo del Sultán viviría descansando sus últimos días.

Santificada tras su partida por el recuerdo de su alegría.

Imaginando y reescribiendo seguiremos,  y que el humor también impregne la escritura.